“Hombres de todos los estratos sociales, llegan como abejas a la miel, cada noche, quienes por desconocimiento, o a sabiendas patrocinan con sus fondos, un grave delito: -La trata de Blanca-. Aún no escurece del todo, cuando el silencioso local, decanta en el bullicio y convergencia de múltiples vehículos a motor”, señaló un residente del área de la Guinea, distrito de Boquerón; a unos 500 metros, donde funcionó un renombrado club nocturno.
Trata de blanca
La trata de Blanca, es un delito (negocio), de proporciones antiquísimas; inicialmente se le denominó así, debido al trasiego de mujeres blancas, procedentes de Europa; las cuales eran enviadas a otras partes del mundo, como esclavas sexuales. Sin embargo, hoy el ilícito ha mutado y diversificó sus tentáculos. En el presente, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se le denomina trata de personas; debido a que los tratantes, es decir quienes las transportan, engañan o secuestran a las víctimas, operan con fines múltiples.
La trata de personas, en especial de mujeres y niñas (os), es una conducta delictiva que trasciende fronteras, la cual acredita millones de dólares a las cuentas de los traficantes e instituciones públicas corruptas.
En nuestro país se adoptó el Protocolo de Palermo, para prevenir, reprimir y sancionar la trata de blanca, mediante la Ley 23 del 7 de junio de 2004, un año después de haber entrado en vigencia, la Normativa de la ONU contra la delincuencia organizada. Esta normativa define de manera clara el delito y su correspondiente sanción.
Según este Protocolo, el delito enmarca una serie de elementos que se complementan para que el engrane funcione. Es decir, las personas que se les vincule con este “negocio”, se les juzgará por igual tanto a los captores, al conductor del vehículo que transporte a las víctimas; así como al proxeneta.
El antropólogo Gustavo Lay, durante su visita a la provincia de Chiriquí, destacó la necesidad de investigar sobre este tema, dado que esta provincia está en una región fronteriza, hecho que los delincuentes aprovechan para la práctica del ilícito. Agregó, que dichas investigaciones deben desarrollarse preferiblemente, de manera social; seguido de la vía judicial. “Aunque en nuestro país, no se tengan cifras oficiales, este es un negocio que no deja de crecer, es preocupante”, indicó.
Oliver Landao, abogado y especialista en derechos humanos, indicó que el problema no son las normativas, ya que el Código Penal de Panamá señala, en el artículo 177 y numerales del uno al seis, la penalización para la trata internacional e interna de personas. Este parágrafo señala que se entenderá por tratante a: persona que promueva, impulse y practique actividad sexual remunerada; con la atenuante de protección a los menores de edad involucrados.
“Tenemos normativas bien definidas; sin embargo, el negocio continúa creciendo bajo otros nombres, se necesita mayor firmeza y fiscalización”, añadió, el también catedrático universitario.
Falsas promesas
“Mi establecimiento es un club nocturno para varones, en donde las chicas bailan, sirven tragos y nada más”, dijo “Nufo”, nombre ficticio del propietario de uno los clubes nocturnos existentes en Chiriquí.
Marcelino Aguilar Aizpurúa, integrante de una organización que combate este delito, dijo que el modus operandi de estas mafias es amañado y repetitivo en todo Centroamérica. De acuerdo, con Aizpurúa las extranjeras son traídas a Panamá, con falsas promesas de empleo. Podemos discernir, entonces que sus captores les ofrecen trabajos como: saloneras, bailarinas, secretarias entre otros. Sus empleadores se comprometen a sufragar los gastos de transportación, alimentos y vivienda. Sin embargo, cuando pisan territorio panameño son sometidas al maltrato; tanto psicológico, como físico. Son abusadas sexualmente, y en muchas ocasiones obligadas a drogarse. Una vez en el país, cuando creen haber llegado a tierra prometida, descubren que han sido víctimas de la trata de blanca.
José Luis Abrego, investigador de la Dirección de Investigación Judicial (DIJ), se refirió al tema, enfocándose mayormente al abuso sexual infantil. Dijo además, que en caso de advertir, presunto abuso sexual o conductas tratantes su llamada a la DIJ, será recibida de forma confidencial y anónima.
“La prostitución en Panamá, es una realidad que nadie podría negar. No está circunscrita a los Night Club. Por las noches, en las calles, los casinos y almacenes se puede observar a nacionales y extranjeras en conductas extrañas, que lejos de circular libremente, buscan clientes; aseguró “JM”, hombre dedicado a estas actividades, quien por su seguridad moral pidió reserva de la identidad.
Víctimas y sus versiones
“Alicie”, una colombiana, quien labora como trabajadora sexual en uno de estos antros, asegura que cuando salió de su país, sabía a lo que venía. “La vida ésta muy difícil, allá en mi país. Además, la situación se agudizó cuando me abandonó, el padre de mis dos hijos, por eso hago lo que hago”, expresó mientras su mirada se perdía en la lejanía, de los pastizales ubicados a lo largo de la carretera.
Por otro lado, el arresto múltiple realizado por el DAS el primero de abril de 2011, refuerza la teoría de los expertos, ya que estos hombres captaban a las jóvenes con edades entre 18 y 27 años, con la promesa de trabajos decoros en el extranjero. Sin embargo, cuando eran enviadas a Panamá, entraban con visa de turistas y con cierta cantidad de dinero para justificar su estancia. Al término de su arriba a tierra canalera, los victimarios, les quitaban el pasaporte, coartando así toda posibilidad de regresar a su país.
En el mundo, 80 millones de personas son víctimas de la trata de personas, ya sea mediante la explotación sexual comercial o el trasiego de órganos. Las divisas generadas por esta actividad son descomunales y tal vez no se puedan calcular; toda vez que operan al margen de la ley. Según un reportaje televisivo, en Panamá la cantidad sobrepasa los 34 millones de dólares por año.