La altiva provincia chiricana se ha transformado en una región sumamente afectada por diversos agentes contaminantes, que aunado a las acciones de seres humanos irresponsables, han hecho de ésta, una zona declarada en «estado de alerta».
Parece irónico, pero esta situación que en épocas anteriores se vivía únicamente en las grandes capitales mundiales y que, con el transcurrir del tiempo, llegó a nuestro país, actualmente no sólo se concentra en el área metropolitana, sino también en muchos lugares del interior y en este caso, en Chiriquí.
En Chiriquí, actualmente funciona toda una gama de empresas cuyas actividades contaminan, pero aún así, tienen el permiso de las autoridades, solo por el hecho de tratarse de compañías que son propiedad de miembros de la Asamblea Legislativa o funcionarios con una alta posición dentro del actual gobierno.
En esa ocasión, el ambientalista Teófilo Moreno hizo hincapié en la necesidad de trabajar en la limpieza de los lugares que son focos de contaminación; sin embargo, solo basta pasar por los lugares más cercanos al centro de la ciudad, para percatarse de que la situación continúa.
A la vez, denunció al legislador Edgardo «Galo» Alvarez de la destrucción de los manglares ubicados en la parte posterior del Aeropuerto Enrique Malek de David, para la construcción de un proyecto habitacional, olvidando que éste es un recurso de gran valor para la preservación de la naturaleza.
Lo más triste de todo esto, es que somos los propios seres humanos los que de una manera u otra contribuimos a contaminar, pero a cambio, no hacemos absolutamente nada para evitar que estos problemas continúen, porque seguimos tirando la basura donde no corresponde, utilizando vehículos viejos y en mal estado, fumigando y ejecutando toda una serie de acciones que empeoran la situación.