El divorcio es la segunda causa más dolorosa después de la muerte. Todos sabemos que somos mortales y que algún día, lo deseemos o no, vamos a tener que partir de este mundo. En cambio el divorcio es una decisión voluntaria. Nadie está obligado a divorciarse, pues la mayoría de los matrimonios se forman con las intenciones que duren una vida entera
La separación de los padres hace que sus niños crezcan con temor; se les hace más difícil poder establecer amistades de larga duración. Se han vuelto desconfiados y creen que en cualquier momento y por cualquier causa van a ser puestos a un lado de su círculo social. De modo que se les hace más fácil permanecer lo suficientemente distantes como para que no los consideren como antisociales, ni tan envueltos, para que el posible rechazo tan temido no les resulte tan cruel.
Un ejemplo vivo del verdadero amor son los señores Carmen del Socorro y José Porfirio quienes han logrado mantener un matrimonio de 68 años y coincidieron en señalar que la crisis de la institución del matrimonio responde al deterioro general de la sociedad moderna, en la que proliferan las relaciones informales y la irresponsabilidad.
Mientras, la representante del Mides manifestó que las mujeres profesionales deben comprender que su superación y potencial independencia económica no debe incidir en su rol de esposa y madre, toda vez que “la naturaleza de un hogar funcional conlleva la presencia de un hombre, una mujer y los hijos”.
Expuso que también cuando hay divorcio de por medio, la gente queda “enganchada” a la ex pareja, y vive pendiente de ella y la nueva relación de ésta, olvidándose de vivir su propia vida.
Dios no nos ha dado la tarea de reformadores, sino de aceptarnos recíproca-mente tal como somos. Con una actitud positiva vamos a descubrir que aún los defectos de nuestra pareja nos pueden resultar divertidos. Recordemos que nadie es mejor o peor que el otro. Somos diferentes, y esa diferencia es lo que le da el sabor y la variedad a la vida matrimonial