Oliver Candanedo un médico, entregado a su vocación

Oliver Candanedo médico de vocación, cirujano de profesión, urólogo por convicción, no ha cejado en esa entrega apasionada por la medicina, por sus pacientes, a pesar de haber perdido la vista desde marzo del año 2006.

El tren arrollador que siempre le caracterizó provocó de seguro, el deterioro y colapso de su visión ocular. Sin embargo aquella, visón de futuro, esa filosofía de la vida que se percibe al conversar con él, permanece hasta hoy. Actitud no le ha mermado en su estado anímico y en las ganas de llegar cada mañana hasta su consultorio, ubicado en el centro médico Mae Lewis.

Entre risas y anécdotas, contó a El Informe de David, el duro trance que le tocó sortear.
Inclinó su oído al llamado de la ciencia médica a temprana, según cuenta. Las vestimentas de médico, pendiendo de un tierno niño, acompañado por la hija de la maestra, nena que al igual yacía disfrazada de enfermera, cuando cursaba el tercer grado, bastaron para interesarlo en esta profesión que marcaría su vida, por el resto de sus días.

Cinco años después, ya en secundaria, en el segundo año del Félix Olivares Contreras, para ser exactos, una de sus profesoras, le señala sus cualidades por la ciencia y le motiva a estudiar medicina, esto a pesar de faltarle cuatro años para terminar el bachillerato.

Al concluir los estudios secundarios, sus tíos y su propio padre, se sorprenden al escuchar que Oliver estudiaría medicina. “La noticia, los tomó por sorpresa, todos eran abogados”, comenta entretanto da una carcajada y mueve su cabeza emblanquecida por los años y las noches de sueño que ha vivido en los hospitales que ha servido.

Una vez terminó el colegio, ingresó a la Escuela de Pre-medicina de la Universidad de Panamá, curso que duró tres años, seguidamente se inscribió en la Escuela de Medicina, de donde se graduó en 1966.
Le esperaba otro reto. Los dos años de internado, los cuales realizó, uno en el Hospital General de la Caja del Seguro Social en ciudad capital. Allí, recorrió todas las especialidades. Otro en el José Domingo de Obaldía.

Al terminar los años de internado, retorna a la capital, para integrarse al grupo de cirugía general. Durante su rotación por todos los tipos de cirugía, conoció a su preceptor y amigo Manuel Amado Vásquez, jefe de urología, quien le convenció para que estudiase esta especialidad, la cual duró 3 años.
Para 1971 menospreció la oportunidad de hacer carrera en el centro de la república. Deseaba volver al terruño que le vio nacer.

Habían transcurrido tres años desde su llegada al suelo vallelunense, y el cirujano se había desempeñado en todos los centros hospitalarios de la provincia. En ese año, 1974 se casó con la mujer, que según él ha sido su grande apoyo todos estos 38 años de vida conyugal.

En 1975 le nombran director médico de la Policlínica del Seguro Social, donde aparte de dirigir a unos 200 empleados, debía cumplir con sus días de consulta externa y operaciones semanales. “El hecho de ser el director médico, no me limitaba, al contrario, en esos días yo mantenía una competencia conmigo mismo, ya que el compromiso con mis pacientes era y siempre ha sido mayor que el peculio personal”, declara.

Durante, ese devenir incansable los días del doctor Candanedo se recargaban más y más. Para ese entonces, 1975, fue presidente de la Cruz Roja, director médico de la Policlínica de la Caja del Seguro Social, profesor de anatomía en el Centro Regional Universitario de Chiriquí y en la Usma, entre otras ocupaciones.
Como han de saber, Oliver Candanedo es de esos hombres que no se rinden ante las adversidades. Las enfrenta mirándolas de frente, con el ánimo de salir venciendo.
Primero en 2001 cuando una trombosis le privó de la vista en su ojo derecho, luego en 2006 año en que una glaucoma lo dejo completamente ciego, empero este hombre con la visión inquebrantable, se ha sostenido mediante la fe en Dios, el gran bagaje cultural de los libros que leyó de joven y el apoyo incondicional de su familia, los factores que le permiten mirar a la ceguera fijamente, sin darle oportunidad de truncar su vida profesional, ni mucho menos familiar.

Oliver Candanedo, el médico de los pobres, así lo denotan sus palabras las que rezan así: “Atender a la gente pobre, a los desposeídos y menesterosos de mi tierra, eso ha marcado mi vida”. Mi paga, que me recuerden bien”, señala mientras se reclina en su silla tipo ejecutiva.