En la vida existen dos tipos de educadores, los que dictan cátedra con el objetivo de adoctrinar a los educandos a ganarse la vida y aquellos que enseñan a sus alumnos a vivir, el personaje de esta semana es de esta clase, última. Melquiades Ortiz, un profesor dedicado a la juventud y entregado al fútbol al ciento por ciento.
Inicia como dirigente en este apasionado juego en 1986, casi paralelamente con sus carrera docente. “Yo siempre me interese por el fútbol. Allí visualice una herramienta pedagógica útil para enseñar a los chicos a vivir la vida con disciplina y compromiso”, expresa. Añadió que la vida y el fútbol deben jugarse con entrega y pasión, pero con responsabilidad humana y respeto al otro.
Melquiades Ortiz, vive de continuo preocupado por sus chicos, un conjunto de muchachos que proceden de las distintas barriadas que rodean el Aeropuerto Malek y por los más pequeños (niños en las Aldeas SOS), a quienes les dedica la misma calidad de tiempo. Su exacerbo, radica en la inexistencia de una cancha adecuada para jugar al fútbol, situación que, según él, no se justifica en el sector, ya que en esa región del distrito de David, existen cerca de nueve barriadas.
Al levantar la mirada y enfocar el prisma hacia el pasado, recuerda con gozo los días en que fundó el club que todavía dirige: “El Deportivo Tenerife”, el cual debe su nombre a ese grande y recordado deportista: Rommel Fernández, quién murió prematuramente, cuando recién iniciaba a descollar.
Todos los días en la cancha de las Aldeas SOS, el profe o Melqui, como lo llaman con cariño sus alumnos, llega después de medio día, coloca sus muletas a un lado y espera que lleguen sus chicos, con quienes comparte consejos para la vida diaria y de paso les enseña técnicas y tácticas del balón pie y todo lo concerniente a la psicología del juego. De allí, cruza la cerca, se dirige al “Peladero”, un lote baldío que funge como el recinto de los equipos más grandes, la sub.17, sub-23 y a la mayor.
Lo preocupante del caso, es que el sitio es propiedad privada y en cualquier momento, la entrada podría quedar vedada. Por lo que el entrenador y entusiasta Don Melquiades, esgrimió con voz que salió desde los adentros del diafragma-por el sonido grave de sus palabras- uno de sus anhelos, “necesitamos una cancha, no tiene que ser de grama sintética, pero por lo menos un lugar digno donde orientar a los jóvenes y sacarlos del riesgo social en el que viven”, dijo.
Ni la enfermedad, (La diabetes), le han podido alejar del juego que ama. De los que lo practican. Para Ortiz, las escuelitas de barrio son tan importantes, que no ha permitido que su dificultad locomotora, que sufre luego de las tres operaciones que ha tenido que soportar en una de sus piernas, lo aparte de su vocación docente.
En el campeonato de fútbol de corregimiento, su equipo Deportivo Tenerife sub-23, fue eliminado, no sin antes dar la dura pelea. Pero en los partidos finales, la ausencia del preseleccionado nacional, Alexander Reyes, su arquero estelar, lo dejaron fuera de la contienda.
Cabe resaltar que los dirigidos por Melqui, llegaron a semi-finales, jugando con 10, ya que algunas veces, el resto del equipo no llegaba, ora por falta de trasporte u otras causas desconocidas.
Sería imposible de contabilizar el número exacto de futbolistas salidos de las manos de Don Melquiades. Pero más allá de la cuantía, está las vivencias transmitidas por medio de él, a quien los niños le hablan como aun padre, como aun abuelo.
Los deportistas y entrenadores, tiene altas y bajas en su carrera profesional, pero en medio de las adversidades, es donde se mide la casta de cada individuo. Es allí, donde el tamiz de la historia, selecciona a sus hijos, señaliza a los escogidos. Es por eso, que para Don Melquiades, la batalla se resuelve encarándola, la victoria viene sola, predica con su militancia.
“Yo amo este juego, es una forma permanente de ayudar a mis semejantes”, arguye. Aplaudió la iniciativa de mundiales de barrio pero señaló la necesidad, de reprogramar para dar oportunidad a un número mayor de jóvenes.